Burnout: otro enemigo silencioso
Todos hemos leído algo sobre burnout o síndrome de desgaste profesional, normalmente artículos que describen el fenómeno y su conexión con el ritmo del mercado laboral actual. Sin embargo nunca he tenido la oportunidad de conocer el testimonio de alguien que lo haya padecido, ni he tenido experiencias cercanas (lo más probable es que sí las haya tenido, pero no las haya notado por mi ignorancia sobre el tema). Quizá sea también un tema tabú y nadie quiera exponerlo públicamente. Es por ello que en esta ocasión he decidido compartirles mi experiencia personal, para intentar cubrir un poco esa brecha que existe entre lo científico y lo humano.
Como una persona que está llegando a sus casi 40 años, el desgaste acumulado pesa cada vez más. Tras lo sucedido con la pandemia comencé a tomar consciencia sobre mi bienestar físico y a adoptar medidas al respecto: ejercicio a diario (sin importar si hace frío, calor, si llueve, …) y una dieta variada y saludable. Este cambio realmente valió la pena, mejoró drásticamente mi estado de ánimo y energía. Sin embargo ignoré por completo un aspecto clave: la salud mental.
La vida me ha bendecido con la posibilidad de llevar adelante una carrera profesional que en los últimos años progresó vertiginosamente: de trabajar más de 15 años en la misma organización, terminar mis estudios y construir simultáneamente mi propio emprendimiento, para luego cambiar 5 veces de empleo en los últimos tres años, aceptando ofertas cada vez mejores y con desafíos más interesantes y enriquecedores. A resumidas cuentas, de ser un programador a liderar proyectos y tener equipos a cargo (si leen esto, sepan que estoy muy orgulloso y agradecido con tod@s ustedes). Esto, sin embargo, no fue gratuito. En cada cambio de posición, sólo he llegado a tomar, en los mejores casos, dos o tres días de descanso; mi entusiasmo por participar de ése nuevo desafío era mayor que mi necesidad de descansar.
Finalmente llegué a donde quería estar: una compañía multinacional con una inigualable calidad humana y profesional, un producto con un fin social valioso, oportunidad de progreso y una excelente paga.
Los primeros dos meses di todo de mí. Trabajaba horas extra e incluso fines de semana, en contra de lo que mi líder me aconsejaba, por mi inquietud personal de aprender todo sobre el negocio y mi deseo de autosuperación.
Transcurriendo el tercer mes comencé a sentir un cansancio atípico, mayor al habitual. No era falta de sueño ni déficit nutricional, esto último, corroborado mediante evaluación médica. Decidí tomar en serio la recomendación de mi líder: trabajar sólo dentro del horario establecido, y en caso de tener algún momento “eureka”, escribirlo y dejarlo como pendiente para la próxima jornada laboral.
Pasaron las semanas y a pesar de estar llevando una rutina “normal”, el agotamiento seguía creciendo. Hablé con mi líder, él entendió mi situación y tomé una semana de vacaciones, desconectándome de todo aquello relacionado con mi trabajo y mi cotidianeidad. Este descanso me hizo bien, y una semana después volví a mi puesto.
Transcurrido un poco más de una semana, la niebla mental se presentó nuevamente, en esta ocasión, con más fuerza. Intenté seguir adelante, completando mi trabajo poco a poco, tomando descansos cada vez más largos, hasta que en un momento sentí que no podía seguir adelante.
Fue en ese momento cuando tuve que tomar una decisión muy dura: reconocer que no puedo seguir trabajando en este estado. No es saludable para mí, ni justo para la compañía en la que trabajo. Fue así como comuniqué, con todo el dolor en mi alma, que iba a renunciar al puesto. Sentí que todos los años de sacrificio estaban siendo echados por la borda.
Cómo se siente
El burnout no es una gripe. No comienza un día ni se cura con medicamentos. Es un proceso de desgaste psicológico prolongado en el tiempo que da señales, pero por diversos motivos las ignoramos.
Aún sientes ganas de hacer cosas, de producir. Tu cabeza sigue llena de ideas, pero al momento de afrontar una tarea compleja resulta imposible concentrarte y organizar estos pensamientos. Trabajas unos minutos, quizá una hora, y comienzas a sentir cómo las ideas y estructuras mentales se desvanecen. Como se suele decir en este ámbito, no logras entrar en “la zona” (alcanzar un estado de creatividad y productividad plena). Tomas un descanso que al principio es de unos pocos minutos pero conforme pasa el tiempo se vuelve más y más largo. Llega un momento en el que te das cuenta que pasas más tiempo ocioso que ocupado.
Esta situación despierta sentimientos variados. Culpa, por no ser capaz de performar, de cumplir con tus objetivos. Miedo, porque no comprendes qué te está pasando y cómo afectará a tu vida. Vergüenza, por no saber cómo explicar tu situación. Y una enorme impotencia, por no saber cómo resolverlo.
Mientras tanto ves que el mundo sigue girando alrededor tuyo. Tus compañeros siguen entregando su trabajo, y por alguna misteriosa razón sientes que están haciéndolo más rápido que antes. Y tú sigues con esa misma tarea en la que vienes trabajando hace días. Tus compañeros te ayudan, gracias a lo que logras avanzar un poco, y vuelves a quedarte atascado en la siguiente labor medianamente compleja.
Curiosamente, dejando lo laboral de lado, tu vida transcurre con normalidad. Puedes conducir tu auto, pagar las cuentas, interactuar con tus pares y realizar cualquier otra actividad cotidiana sin problemas (incluso escribir un artículo como el que estás leyendo). Aunque algunas situaciones atípicas pueden salir mal, como confundir claves de acceso y destinatarios de mensajes, o llegar a diagnósticos erróneos ante un incidente.
Cómo se llega allí
Quizá tememos perder nuestro empleo, quizá se nos ha presentado una oportunidad y, por no dejarla pasar, postergamos nuestro bienestar al no tomarnos un descanso antes. O si tomamos un descanso, éste es, claramente, insuficiente. O tal vez estamos pasando por una situación personal que incrementa nuestro nivel de estrés y, sumado a nuestra rutina, resulta en esto. Es necesario realizar una evaluación médica y psicológica para identificar la causa en cada caso.
Aceptarlo
Como autocrítica (y la hago extensiva), creo que debemos aceptar que no somos máquinas, y que incluso éstas requieren de ciclos de mantenimiento y reparación.
Tengamos presente que las vacaciones no son un plus en nuestra vida, sino una necesidad fisiológica. No es casual que en la mayoría de los países la ley las ampare.
Aunque nos gusten los desafíos y llevar nuestras capacidades un poco más allá cada día, debemos saber que todo tiene un límite. Un límite que quizá no se materialice hasta dentro de meses, o años.
Qué hacer
Necesitaremos tiempo. Tiempo para sanar, para redescubrirnos y replantearnos a dónde queremos llegar y qué estilo de vida necesitamos adoptar para superar este malestar y que no vuelva a ocurrir.
También necesitamos ayuda. No debemos sentirnos vulnerables ni asumir que los demás no nos entenderán. Quizá no lo hagan, pero apelemos a la empatía de la gente.
En el empleo
En mi caso sé que tomé una decisión extrema, pero probablemente este no sea tu caso. Me refiero a que puedes solicitar una licencia en tu trabajo o que temporalmente te asignen a labores que te liberen un poco de la carga que actualmente tienes. La renuncia no es la única salida, te lo aseguro.
Con tus seres queridos
Explica tu situación. No será fácil, pero debes explicar que así como siempre has dado todo de tí para ellos, ahora necesitas de su apoyo y acompañamiento.
Buscar ayuda profesional
En lo que respecta a nuestra psique, es natural sentir, como dije antes, que nadie nos entenderá. Pero créeme, hay profesionales que lograrán ayudarnos a superar esta etapa. No dudemos en buscar uno para que nos brinde orientación. De hecho, este debería ser el primer paso, que nos ayudará a definir los pasos a seguir en los dos ámbitos anteriores.
Este no es el fin
Sino el comienzo de un nuevo camino para mí, y quizá para tí también. El burnout es un desafío más, y como todo desafío que se nos presenta en la vida, puede ser una gran oportunidad para progresar como seres humanos, para replantearnos el camino que estamos recorriendo y así mejorar nuestra calidad de vida. Vamos a enfrentarlo, a tomar a este maldito de sus cuernos y a vencerlo. Y saldremos más fuertes que antes.